miércoles, 28 de diciembre de 2011
Gracias “Galathea Aguas” por este bonito relato.
VILLA DE LAS PALMERAS, LA VERDADERA HISTORIA
Hace tres años... ya casi cuatro que al pasear por la playa veo esta humilde casa.... humilde ahora que está abandonada. Si es una casa bonita... pero mi imaginación de escritora, mi locuras dignas de mi horóscopo acuario, intentan reconstruirla como era en los años 20, en la época en la cual el gran genio Sorolla, paseaba por la playa con su caballete y sus pinturas.
Intento darle vida a ese edificio… ¡Pero mi imaginación me falla!. Cuando la veo, intento llenarla de gente, de quienes vivían en esa casa sin nombre… En Villa de las Palmeras, como yo le he llamado.
Levanto la vista para encontrarme con una torre que domina por los cuatro costados la zona, cual faro marinero, un mirador para ver el amanecer, mientras el sol se separa de su amada agua…
Y es en ese momento cuando una luz se enciende en mi cabeza. Tragedia, eso es lo que dice la casa abandonada en la playa…
Una calesa llega hasta la puerta de ella se baja corriendo un niño de unos 7 años, un hombre cuarentón ayuda a bajar a una dama con gesto galante, su esposa.
Unos segundos más tarde baja una muchacha, bonita… joven y delicada, de rostro pálido con un corazón que comienza a palpitar descubriendo su primer amor…
Un amor que su padre no acepta, no joven y humilde pescador, que vive unas casa más allá de la suya, en una barraca.
La chica a regañadientes, acompaño a sus padres y hermanos a la feria… Pero no quería estar con su familia, les odiaba, por el hecho de no poder estar con Alonso, el joven pescador. Su hermano pequeño se chivo a su padre de que su hermanita se dedicaba a pasear por las tardes por la playa para verse con el.
Por eso ahora estaba castigada a no pisar la arena… No podía acercarse a la orilla a esperar que su amado regresase, por ello ahora vivía en silencio, alimentándose a base de vasos de leche, y envuelta en una manta gris en lo alto de la torre.
Cuando comenzaba a amanecer subía para ver como los pescadores tomaban sus barcas y marchan a faenar. Desde allí arriba veía cada mañana a Alonso, salir de su casa para ir a pescar.
Como todas las mañanas, le vio vestido con un pantalón negro arremangado hasta las rodillas, descalzo no porque se mojaran sus espalgatas, sino porque era tan pobre que no podía permitírselas, la camisa blanca con las mangas hasta los codos, y remetida en el pantalón de cualquier manera sujetada con una faja verde, un regalo que le hizo hacía unos meses. Alonso alzó la vista hasta la torre y mando un beso un el aire. Lo hacía siempre desde que se enteró del castigo de la muchacha.
La chica le vio tomar la pequeña embarcación, Amapola, y se metió en el Mediterráneo.
Pasaron las horas, los demás pescadores regresaban con sus cestas llenas de plata viva, pero el joven Alonso, no regresaba….
¿Dónde estas, amor.? ¿Por qué no vienes…?
De rodillas, apoyada en la ventana del mirador de Villa de las Palmeras, envuelta en la manta gris, la chica observo como una gran multitud de personas se acercaban a la barraca de Alonso, donde vivía su madre…
Unos instantes después la anciana salió a la puerta, rodeada de gente. Llorando.Los vecinos se fueron dispersando hasta que solo quedó la mujer que se acercaba a la casa de la torre.
La joven vio, como llamaba a la puerta, y salía su padre a atender la visita inesperada. La anciana llorando le dijo algo a su padre, que ella no pudo entender, a la vez que le entregó una trapo verde…
Notaba como unos pasos firmes subían la escalera, los pasos del patriarca de la familia. Su padre entró en el mirador de la torre, y allí encontró a su hija. Agazapada, en un rincón, con los ojos luchando para no derramar lágrimas.
Se sentía orgulloso, su hija era una joven muy inteligente, pero él no lo fue al prohibirle su amor, con Alonso.
Uno, dos, tres… tres pasos le separaban de la pequeña figura de su hija, más pequeña arrodillada. Suspiró.
Lo siento mucho – le susurró el hombre, entregándole el trapo. Al tomarlo la joven se percató que era faja de su amado, mojada. – La Amapola, se estrelló entre las rocas del puerto. Tan solo han encontrado la embarcación y su faja flotando en las aguas.
La chica, la beso y cerró los ojos…
Lo entenderé, si nunca me perdonas – le dijo su padre, besándole la frente.
Pero la joven, nunca le volvió a hablar a su padre, nunca más volvió a moverse de la torre. Porque cuando tomó la prenda húmeda besándola, cerró los ojos para siempre. Su corazón dejó de latir, para reunirse con su amado Alonso.
Dicen, que en las noches de luna llena, se puede ver en la torre abandonada , la figura de una joven, arropada con una manta, que mira fijamente al mar, esperando el regreso de su amado, desde una casa que antaño se llamaba “Villa de la Palmeras”…
Galathea Aguas
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario