Le faltaban dos dedos de la mano izquierda, y siempre que le preguntaban sus amigos, él presumía, de que, en la guerra civil española, estando en una trinchera, y voceando palabrotas entre franquistas y republicanos, en uno de esos calentones, él muy valiente saco la mano y dando un grito con sus dedos en posición de cor-namenta taurina, les grito.” Maricones, si tenéis cojones venir a por nosotros”.Después de un sonido de fusil marca Máuser, al bajar la mano se dio cuenta que le faltaban dos dedos de la mano. Todo el bar, se quedaba impresionado con su historia, y hasta sus nietos lo contaban en el colegio. Ese era, Paco el Manco, un buen hombre, trabajador, serio, orgulloso, y un verdadero sabio de la poda de palmeras. Nadie las macheaba como él. En toda la huerta lo llamaban para podar palmeras. Gran recolector de dátiles. Especialista en el adobo del datil maduro, era el mejor forrando palmeras para blanquear las hojas del Domingo de Ramos. Un día haciendo fotos con mi cámara. Paco el Manco, estaba sentado debajo de una palmera, era una Phoenix datilifera de mas de ciento cincuenta años. Sentado en una silla de esas bajas, con el asiento de mimbre y el respaldo ya reparado por él mismo, con un trozo de soga de pita. La tarde era primaveral, el viento flojo del sur, las condiciones especiales para estar de charla. Después de un gran rato de hablar de como era la vida en la huerta de antes, le miré a la mano y le pregunte, ¿que le paso en la mano?, él me contó la historia de la guerra y después sonriendo me pregunto, ¿quieres saber la verdad de porque me faltan dos dedos de la mano? Yo que ya me había creído la primera historia, le pregunte ¿es que, no es verdad lo del disparo?, jajajajajajaja, con una suave carcajada y mirando al suelo. Tomó un manojo de hierba verde y fresca qué tenia en sus pies, y enseñándomela me dijo, esta es la verdadera razón por la que me faltan los dedos, esta es la autentica batalla de mi vida. De repente y con cara de nostalgia empezó a cortarme. Cuando yo tenía doce años, mi padre me llevaba a segar hierba para los conejos, entre risa y risa con mi padre, y compitiendo por quien era el más rápido en cortar mas hierba. En esa competición, y en un descuido y error de juventud, me di un tajonazo con la corvilla de segar y de una sola vez, me corte los dos dedos de la mano. Cuando termino la guerra, en esa época, vi tanta mentira, tanto engaño, que decidí ser importante y como en este mundo todo es una mentira, mi engaño, sirvió para que yo fuera un héroe, jajajaja. Sonriendo como mofándose del mundo entero, me dijo, amigo, yo nunca estuve en la guerra, porque nunca me deje engañar por los que hacían la guerra. (La mentira es la base de la humanidad, todo es mentira y sin la mentira el ser humano no es nadie) Paco el Manco decía que, solo al final de la vida, un hombre puede ser sincero y contar la verdad.
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