Querido acariciador de palmeras, Me encuentro pasando unos días maravillosos con mi pareja en Valls (Tarragona), mi localidad natal. Muchos años he pasado en estas tierras y nunca vi las palmeras. Y no hay pocas. Cuando gracias a tu blog me hice sensible a estos espectaculares regalos de la naturaleza las empecé a encontrar por doquier. Me pregunto ahora que las he empezado a apreciar si en algún momento las hubieran borrado del paisaje como hojas que se lleva el viento en otoño, ¿me hubiera dado cuenta? ¿Hubiera notado el vacío? Creo que sí. Cuando por fiesta mayor, en plena exaltación de lo que más nos gusta se disfruta cada año, aquí en Valls, como en la mayoría de pueblos de nuestras tierras de fuegos artificiales, nunca faltan las palmeras. Llenan la noche de espectáculo como llenan el día, estallan detrás de una esquina, al final de una calle, a cada lado de la carretera. Yo ahora oigo los estallidos como piñas gigantes reventando en un precioso abanico de palmas verdes.Te envío una foto -un poco oscura, lo siento- de una casa a orillas de la carretera Valls-Tarragona. Hablé con el propietario que como buen amante del domingueo disfrutaba de una parrillada de carne a recaudo del viento, que este 2 de enero de 2010, soplaba con ganas en esta comarca. Después de dos o tres fotos el hombre se acercó y nos ofreció unas cervezas, aprovechó para decirnos que la casa tenia unos cuatrocientos años y las palmeras unos trescientos. Me pidió el email y me prometió fotos de hace doscientos años, o por lo menos, de hace mucho. Dijo que arreglaba la casa, pero que no quería tirarla sinó restaurarla y eso pide doble esfuerzo y dinero. Muchas gracias.
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